PIZARRO, Esther (2006) :: Texto catálogo: Inter-relaciones

PIZARRO, Esther (2006). “Inter-relaciones". Texto catálogo: Inter-relaciones, Edita: Colegio de Arquitectos de Canaria, Las Palmas de Gran Canaria. DL: GC-471-2006

“La ciudad desaparece como lugar de la memoria, como tránsito para el diálogo, como recinto donde intercambiar la palabra subjetiva, esto es, como territorio de nuestra propia existencia. El lugar es triplemente simbólico al dar cuenta de la relación de cada uno de sus ocupantes consigo mismo, con los demás ocupantes y con la historia común. “[1]

Inter-relaciones se plantea como una reflexión entre el híbrido arquitectura y escultura. Desde la práctica escultórica, los proyectos realizados en los últimos años han explorado el enigmático y misterioso espacio de la ciudad. Trabajos en solitario o en colaboración, indagan el paradigma de cómo aprendemos el espacio urbano, cómo nuestro cuerpo produce derivas plásticas para percibir el movimiento continuo de la urbe y cómo nuestra mente genera mapas imaginarios hechos a base de impresiones y retazos de experiencias vividas.

El inicio de una colaboración

Con la idea del opus incertum romano, los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano me propusieron el reto de realizar el paramento exterior del nuevo Palacio de Exposiciones y Congresos de Mérida. El planteamiento inicial consistía en dar la vuelta a una de mis esculturas. Como si de un vestido se tratase, ese interior frágil y delicado del negativo de la ciudad, se convertiría en esa coraza protectora realizada en hormigón, fuertemente texturado, que daría identidad y referencia al edificio en construcción.

El desarrollo de la idea

El proyecto de colaboración para el Palacio de Exposiciones y Congresos de Mérida, tiene su punto de partida en tres conceptos: PATRÓN- CORTE-TERRITORIO. Desde el principio, la idea que catalizaría la intervención se encontraba en el propio territorio de la ciudad de Mérida, en su trama urbana, en su red vial. Entendido el territorio de la ciudad como un enorme tejido, un manto flexible, una piel texturada; se patronaron las diferentes fachadas que construyen las paredes del edificio abatiendo sus planos verticales hacia la horizontal del territorio; para posteriormente cortar esos patrones y poder confeccionar el cerramiento exterior del volumen arquitectónico.

Los paramentos exteriores del edificio se generan a partir de una sección longitudinal de la ciudad de Mérida, en la que los edificios históricos, desde las construcciones monumentales romanas hasta las piezas arquitectónicas contemporáneas, aparecen como volúmenes en positivo, quedando el resto de la trama urbana como un conjunto de huecos y vacíos, de ruinas de otras civilizaciones. La trama urbana de la ciudad, trabajada en negativo,  genera unos fuertes efectos ópticos, como si de nichos se tratara, a la vez que potencia la idea de arqueología y de memoria histórica, dado el pasado romano, que la propia ciudad posee. El panel tipo, mediante un estudio de división en tercios, propio del lenguaje textil, genera cinco paneles diferentes que constituyen un módulo combinatorio. Cuatro agrupaciones diferentes recorren la fachada desplazándose un módulo en la línea de forjado, consecuencia de un estudiado lenguaje matemático de combinaciones y progresiones. Ello genera un sistema combinatorio que hace posible el paso de la singularidad de una obra escultórica a la ejecución de un proceso constructivo industrializado, reto inicial del proyecto. El efecto óptico que produce el hecho de que los volúmenes estén principalmente trabajados en negativo, hace que el edificio parezca que está vivo, que respira; causando una ambigüedad perceptiva en el espectador, ya que el hormigón se vuelve blando, casi táctil, dependiendo de la hora del día y de cómo incida la luz en su superficie.  La superficie del edificio se vuelve casi humana, ya que está sometida a un continuo cambio por los movimientos del sol y los efectos climáticos. La piel de la ciudad, de una Mérida reinventada, se torna epidermis del edificio y lo convierte así en un elemento vivo.

La colaboración entre arquitectos y artistas no es una tarea fácil y no siempre resulta exitosa. Requiere mucha compenetración entre ambas partes y un continuo diálogo. La flexibilidad de posturas y de intenciones es imprescindible en este tipo de colaboraciones. Cuando estos ingredientes funcionan, la experiencia se convierte en algo único y el resultado suele ser bastante positivo. Creo que aún no se han explotado lo suficiente las potencialidades que suponen los equipos mixtos, donde profesionales procedentes de diferentes ámbitos del saber se reúnen para hacer una propuesta conjunta. El resultado se traduce en proyectos tremendamente novedosos y enriquecedores.


[1] Castro Flórez, Fernando;  texto catálogo exposición Esther Pizarro, Sintonizaciones: “Mapificar”, Carmen de los Mártires, Granada, 2003, pág. 9.

 

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