PIZARRO, Esther (2012) :: Texto Catálogo: Prótesis Domésticas

PIZARRO, Esther (2012). “Prótesis Domésticas”. Texto Catálogo: Prótesis Domésticas. Galería Raquel Ponce, Madrid. Edición digital

La prótesis es una extensión artificial que reemplaza o provee una parte del cuerpo que falta por diversas razones. El principal objetivo de una prótesis es sustituir una zona del cuerpo que haya sido perdida por una amputación o que no existe a causa de agenesia (anomalía de todo o parte de un órgano al desarrollarse durante el crecimiento embrionario), cumpliendo las mismas funciones que la parte faltante. Por el contrario, una órtesis es un apoyo u otro dispositivo externo aplicado al cuerpo que se utiliza para modificar los aspectos funcionales o estructurales del sistema neuromusculoesquelético.  Este término se usa para denominar aparatos o dispositivos, férulas, ayudas técnicas y soportes usados en ortopedia que corrigen o facilitan la ejecución de una acción, actividad o desplazamiento, procurando ahorro de energía y mayor seguridad. Sirven para sostener, alinear o corregir deformidades y para mejorar la función del aparato locomotor. Se diferencian de las prótesis, al no sustituir un órgano o miembro con incapacidad física, invalidez o dismetría, o parte del mismo; sino reemplazar o reforzar, parcial o totalmente, sus funciones. La ortopedia, por tanto, es una especialidad médica dedicada al arte de corregir o de evitar las deformidades o traumas del sistema musculoesquelético del cuerpo humano, por medio de cirugía, aparatos (órtesis o prótesis) o ejercicios corporales.

En este sentido, las ortopedias clásicas (tal y como ocurre en la arquitectura de la ciudad tradicional) tendían a reproducir, a recrear o evocar, el elemento ausente en un intento de regenerar el tejido dañado para poder extender sus antiguas características. Se trataba de disimular distorsiones, de ocultar lo deforme. La modernidad  impuso un afán por las nuevas producciones, artefactos domésticos orgullosamente modernos que sustituían las viejas reproducciones. Formas puras , abstractas, diseñadas para producir funciones precisas (aguantar, agarrar, coger, andar, dormir, subir, descansar, ordenar, etc.. ). Piezas absolutamente técnicas y autónomas _prototipos domésticos_ esenciales y exactos pero totalmente ajenos al cuerpo. En la actualidad, los avances tecnológicos nos permiten desarrollar elementos cibernéticos inteligentes que ya nada tienen que ver con los miembros en los que se implantan o que deben sustituir por completo. Estas nuevas prótesis interactúan con el cuerpo anfitrión mejorando incluso sus prestaciones más básicas.

Fernando Espuelas en el capítulo dedicado al cuerpo de su libro Madre materia nos explica cómo para Marshall MacLuhan cada nueva conquista tecnológica supone una especie de extensión del ser que finalmente lleva consigo una autoamputación. Esta renuncia aparece por la sobrestimulación a la que se somete el órgano afectado para poder competir con el medio mecánico o electrónico que le suplanta. Finalmente Macluhan concluye que cualquier invento o tecnología es una extensión o una autoamputación del cuerpo físico y, como tal, necesita de nuevas relación entre los demás órganos del cuerpo. Podríamos decir que las prótesis realmente no extienden las capacidades del cuerpo sino que las suplantan en algunos aspectos que han sido deteriorados. Para Merleau Ponty se producen en el cuerpo amputado una especie de zonas mudas, “los objetos manejables… interrogan a una mano que yo no tengo ya. Así delimitan, en el conjunto de mi cuerpo, unas regiones de silencio” [1].

Según Enzio Manzini el mundo parece perder profundidad. Se produce una disminución del espesor físico y cultural de las cosas y una tendencia a lo bidimensional de las superficies y de los mensajes que éstas nos puedan trasladar. En los objetos contemporáneos no hay profundidad, porque lo que vemos ya no son estructuras, materiales o sistemas constructivos, sino superficies sin espesor que nos devuelven mensajes; un conjunto de filtros, de membranas osmóticas que dejan pasar selectivamente informaciones, energía, cosas y personas. Según este autor, “el objeto se ha caracterizado siempre por su doble naturaleza, la de objeto-prótesis, es decir la de instrumento que con un cierto fin, amplifica nuestras posibilidades biológica y la del objeto-signo, soporte significante, parte integral en un lenguaje de cosas más antiguo y complejo”.[2]

Este reflexión sobre el objeto contemporáneo nos lleva a entenderlo como un cuerpo donde su superficie va mutando, desligándose del límite formal que lo caracteriza, alterando su estructura convencional, generando tumores y alteraciones de su propia condición para convertirse en una nueva topografía del habitar humano.

Si nos preguntamos sobre la relación contemporánea que tiene el individuo con su entorno cotidiano y con el mundo que le rodea, entraríamos de lleno en lo que Massimo Cacciari denomina como un habitar escindido, diversificado, sometido a la ausencia más que a la presencia y donde la poesía, es decir lo vivificante y fundante, no es algo que construya nuestro entorno cotidiano global, sino que sólo es la experiencia de la ausencia, estos argumentos, según Cacciari, son los que definen la experiencia metropolitana contemporánea. En definitiva, la experiencia de lo ausente (miembro amputado) es lo que dibuja el contorno del hombre metropolitano. La realidad ya no puede verse como un todo unitario sino como una yuxtaposición de capas diversas ante las cuales la obra artística no hace otra cosa más que releer, redistribuir, este sistema de superposiciones.

Para Guilles Deleuze en el pensamiento contemporáneo lo objetivo y lo subjetivo no son campos distantes sino pliegues de una misma y única realidad.  La realidad aparece como un continuo en el cual el tiempo del sujeto y el tiempo de los objetos exteriores están circulando en una misma cinta sin fin y donde el encuentro entre lo objetivo y lo subjetivo sólo se produce cuando esa realidad continua se pliega en un desajuste de su propia continuidad. La noción de pli, de pliegue, glosada por el propio Deleuze supone que el espacio está en una situación posestructural , hecho a base de plataformas, grietas, pliegues, raspaduras, superficies y profundidades que dislocan por completo nuestra experiencia espacial.

La Metápolis contemporánea constituye una realidad que traspasa y engloba las metrópolis hasta ahora conocidas, propiciando una nueva especie de aglomeración urbana hecha de espacios y relaciones multiplicados, plegados, heterogéneos y discontinuos; producidos por entidades urbanas cada vez menos vinculadas jerárquicamente, en una especie de nuevo cuerpo protésico. Si la antigua noción de Metrópolis respondía a una continua producción con un crecimiento físico y expansivo, radial y con una cierta uniformidad, articulada en torno a un centro polarizador; la moderna noción de Metápolis nos remite a un desarrollo más poliédrico y matricial, más diversificado y elástico, producido en un marco difuso y líquido, y generado más allá de lo meramente físico o geográfico. Como una mancha de tinta sobre el territorio, la forma cristalina de la ciudad primitiva tiende progresivamente a disolverse en un abanico heterogéneo de salpicaduras y vacíos. Entenderíamos así la ciudad metápolis, más que como una ciudad en continuo crecimiento, como una matriz de infinitas combinatorias. La ciudad ya no sería un solo lugar o una forma determinada, tampoco un estadio evolutivo, sino la acumulación de múltiples experiencias simultáneas. Una especie de sistema elástico definido por relaciones de movimientos y acontecimientos, entrelazados y autónomos a la vez, parasitados y protésicos entre sí, una hibridación compleja donde los límites tienden a fundirse para generar un cuerpo difuso, con deformaciones y continuas amputaciones. Un mosaico de ciudades dentro de la ciudad, un rico caleidoscopio global.  Una estructura múltiple, multicapas compuestas de diferentes devenires y combinatorias superpuestas, un marco de redes, dinámico, fluctuante, inacabado y líquido, hecho de situaciones singulares y relaciones cambiantes. Capas y redes entre las que se producen procesos de acción y reacción, donde aparecen zonas de fundido (desconexiones, capas con ninguna información, niveles de ausencia, espacios residuales). Trinomios de vacíos-llenos-articulaciones, edificaciones-paisajes-infraestructuras, archipiélagos (volumetrías)-espacios libres (intersticios)-arterias (soportes), soportes (lo urbano)- nexos de hibridación (lo protésico)- experiencias personales (lo doméstico). Un sistema de límites móviles, variables, difusos y discontinuos que según los diferentes agentes que actúen sobre él, dará lugar a un nuevo sistema protésico, amputado, sometido a operaciones de cirugía cotidiana, urbana, territorial.

En este sentido, la arquitectura doméstica no puede limitarse a extender simplemente el cuerpo, a sujetarlo o sostenerlo; sino que debe ser un suplemento, una prótesis receptiva y activa a la vez, un dispositivo singular, autónomo y artificial; extraño al cuerpo en el que se inserta pero a la vez sensible e integrado con las singularidades del mismo. Las nuevas prótesis deben impulsar y potenciar las capacidades del anfitrión poniendo de manifiesto sus valores ocultos. En palabras de Manuel Gausa “Un “antitipo” en sintonía con el cuerpo anfitrión para no provocar rechazo, pero no ya en simbiosis armónica con él”.

Los trabajos que forman parte de la serie “Prótesis Domésticas” plantean una investigación sobre el trinomio de lo urbano-lo protésico-lo doméstico. No se trata ya de contraponer el clásico espacio público (ciudad) al espacio privado (casa), sino de hacerlos cohabitar en un sistema protésico estructurado, atento a la definición de espacios de transición, de zonas mestizas, de uniones ambiguas, de miembros amputados o agenésicos, potenciando esa experiencia plural, combinatoria, múltiple que posee el hombre contemporáneo. Las vivencias que tenemos en la ciudad se instauran en nuestro imaginario colectivo y se cuelan literalmente en nuestra vida cotidiana, en nuestra casa, como si de un tumor se tratara. “Prótesis Domésticas” pretende realizar un análisis de tales deformaciones para generar una respuesta plástica que hibride elementos cotidianos que se ven alterados no ya en una integración o simbiosis, sino en una sutil sintonía de conceptos, formas y materiales. Los artefactos generados exploran arquetipos domésticos propios de la casa, del hogar, del habitar colectivo. El objeto como tal es alterado por una prótesis escultórica que reemplaza una deformación existente y modifica su estado natural introduciendo la organicidad de la ciudad, entendida ésta como un cuerpo que crece, se deforma, se aplasta, se amputa, se pliega y se fractaliza sobre si mismo. La zona amputada o ausente actúa de topografía para el desarrollo de una ciudad imaginada, donde su morfología urbana se ajusta a la tridimensionalidad de la zona ausente, al tiempo que su trazado viene a sustituir a las arterias y venas amputadas de nuestro cuerpo doméstico.

Se produce un efecto de desterritorialización de objetos cotidianos al situarlos en un no-lugar en un no-paisaje. Su presencia no estará conectada a ningún lugar. Al descontextualizarlos de su entorno doméstico y provocar esa cirugía protésica mediante la implantación de un elemento ajeno al propio objeto se generará un sentido de extrañeza, de desterritorialización, de dislocalización propia de la relación entre el hombre y la ciudad contemporánea. Esta dislocalización produce una sensación de pérdida, de ausencia, en un sentido amplio para el sujeto. Los objetos elegidos serán objetos ausentes de memoria, sin pasado, prototipos de nuestra sociedad, objetos amnésicos que no recuerden ni se vinculen a ninguna vivencia anterior, de este modo el efecto de deslocalización, desterritorialización y dislocamiento será mayor.

Guilles Deleuze aconseja que hay que hacer el mapa y no el calco, ya que el mapa se opone al calco porque está totalmente orientado hacia una experimentación que actúa sobre lo real. En este sentido el mapa no reproduce sino que construye, contribuyendo a la conexión de campos, al desbloqueo de los cuerpos sin órganos, es una parte del rizoma. El mapa es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones. Puede ser roto, alterado, adaptarse a distintos montajes, iniciado por un individuo o por un grupo. Siempre tiene múltiples entradas. Por el contrario, el calco es como una foto, una radiografía que selecciona o aísla lo que pretende reproducir. El calco solo reproduce los puntos muertos, los bloqueos, los embriones de pivote. Deleuze indica: “ hay que volver a colocar el mapa sobre el calco” y esta acción es la que la serie “Prótesis Domésticas” pretende realizar. Generar el calco de los objetos domésticos y, en un operación-cirugía de superposición, colocar el mapa protésico para poco a poco ir componiendo nuestra experiencia rizomática, la experiencia del hombre contemporáneo, una experiencia desterritorializada, apátrida, dislocada, generada a partir de ausencias y de agenesias. Prótesis que evidencian la fragmentación, la deformación, la yuxtaposición propia de nuestra sociedad; lo inacabado, lo parcial, lo acumulativo como medio para componer niveles superiores de integración; la acumulación, reiteración, diferencia y desconexión como estadios de la situación actual.


[1] Maurice Merlau-Ponty, Fenomenología de la percepción. Península, 1975 p101.

[2] Enzio Manzini, Artefactos. Hacia una nueva ecología del ambiente artificial. Celeste-Experimenta, 1996, p62.

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