PIZARRO, Esther (2013) :: Texto catálogo: Derivas de ciudad, cartografías imposibles

PIZARRO, Esther (2013). “Mapas de movilidad: patronando Madrid” (pág. 74-99). Texto catálogo: Derivas de ciudad, cartografías imposibles, Centro de Arte Tomás y Valiente (CEART), Edita: Ayuntamiento de Fuenlabrada, CEART. ISBN: 978-84-695-6972-6

Las urbes actuales son organismos vivos, en continuo movimiento, formadas por infinitas capas de información donde el sujeto contemporáneo debe construir su espacio físico determinado, del que saca la información necesaria para generar su espacio mental, una imagen del mundo que va más allá de lo que su ambiente sensorial le comunica.  A lo largo de su vida, el individuo pasa por una variedad de ambientes, de lugares físicos y culturales diferentes, dotados de características propias. La posibilidad de pasar de un ambiente a otro sin “chocarse” con los umbrales que los separan entre si, depende en gran medida de la disponibilidad cultural de un adecuado concepto de espacio. El desarrollo técnico-científico ha multiplicado los umbrales por los que debemos pasar: del espacio-tiempo de la autopista a la pequeña aldea, del centro histórico peatonal a la red metropolitana, de los aeropuertos a la isla perdida; pero especialmente los límites se desdibujan en el umbral espacio-temporal de la pantalla de ordenador o del Ipad

Hoy en día nuestros itinerarios perceptivos atraviesan un espacio que se encuentra estratificado según la velocidad del medio técnico empleado: nos movemos horizontalmente en un estrato y verticalmente entre un estrato y otro. En  este tipo de experiencia perceptiva el individuo es capaz de generar lugares, aunque su característica no sea ya la de un espacio geométricamente continuo.

La experiencia de este espacio estratificado, discontinuo e interconexo, genera nuevos tipos de agregaciones. Se forman unas redes de lugares percibidos como análogos, de algún modo considerados “cercanos”, al menos en nuestra percepción. En un mismo itinerario perceptivo podemos movernos entre puntos físicamente cercanos, lejanos, o incluso entre puntos virtuales. Los individuos en sus desplazamientos cotidianos en la ciudad generan una serie de patrones invisibles. Estos patrones llevan escondidos de forma intrínseca la memoria de sus moradores, sus costumbres, sus deseos, sus hábitos, sus vicios, etc...

Gilles Deleuze y Félix Guattari, en su famoso libro “Mil Mesetas” nos hablan del principio de cartografía y de calcamonía[1]. La finalidad del calco es la descripción de un estado de hecho, la compensación de relaciones intersubjetivas o la exploración de un inconsciente oculto en los recovecos de la memoria y del lenguaje.  El mapa, por su parte, se opone al calco porque se orienta hacia una experimentación que actúa sobre lo real. El mapa no reproduce un inconsciente cerrado sobre si mismo, lo construye. El mapa es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de recibir constantemente modificaciones. Puede ser roto, alterado, adaptarse a distintos montajes, iniciado por un individuo, un grupo o una formación social. Contrariamente al calco, un mapa siempre tiene múltiples entradas. Según sus indicaciones, es necesario volver a colocar siempre el calco sobre el mapa de este modo comenzará su lectura rizomática.

En este sentido, el mapa no es únicamente algo plano, si fuera así, sería el mapa de los geógrafos. Nuestro mapa es un mapa lleno de entrecruzamientos, un continuo enhebrado de hilos, un entretejido tridimensional de líneas; sólo de esta forma seremos capaces de plasmar la fragmentariedad de la ciudad actual, que nos revela Manuel Gausa[2], en todo su despiece, a lo largo de todos sus tiempos, en la heterogeneidad de sus discontinuidades: cartografías abiertas, abstractas y concretas a la vez; definidas e indefinidas; precisas y evolutivas a un tiempo; construidas de capas de información combinables, datos convencionales _ materiales físicos, táctiles_  y otros menos evidentes, apenas traducibles en variables inmateriales, casi virtuales _flujos, energías, escalas, procesos, etc. _;  datos operativos, más que imágenes esteticistas.

Una visión muy acertada de la ciudad actual es la que nos presenta Carlos García Vázquez en su ensayo Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI.[3]  A lo largo de su investigación el autor nos va explicando las características y sensibilidades que componen las doce capas de la ciudad hojaldre: la ciudad de la disciplina, la ciudad planificada, la ciudad poshistórica, la ciudad global, la ciudad dual, la ciudad del espectáculo, la ciudad sostenible, la ciudad como naturaleza, la ciudad de los cuerpos, la ciudad vivida, la ciberciudad y la ciudad chip. Especialmente relevante es la parte dedicada a la visión organicista de la ciudad que viene a explicarse en la capa de la ciudad como naturaleza, en la ciudad de los cuerpos y en la ciudad vivida. El interés contemporáneo por la naturaleza nos conduce a conceptos relacionados con el caos y la multiplicidad. Ciudad y complejidad son, más que nunca, sustantivos complementarios. Los teóricos de la visión organicista reorientaron sus investigaciones hacia el estudio de las estructuras de orden relativo que subyacen tras situaciones de caos aparente, estructuras débiles, cambiantes y flexibles que, probablemente, también están ocultas tras el magma urbano y garantizan su funcionamiento. Estas agrupaciones se caracterizan por la ausencia de una estructura esencial y de una jerarquía de órganos con funcionamientos diferenciados. Indefinición, orden flexible, movilidad permanente, interacción, etc.; serían algunos de los rasgos de la ciudad de los cuerpos, un frágil armazón cuyos nodos son puntos singulares, alrededor de los cuales el espacio circundante se convierte en destino de multitud de flujos  que lo conectan con otros puntos singulares de la ciudad.  Superposición de líneas, de recorridos, de patrones, que tejen la red por la que circulan los flujos urbanos.  El mapa resultante se asemeja a un rizoma, una especie de madriguera, un entramado de senderos, complejo y aleatorio cuyo destino es indefinido y cuyo proceso es abierto. Estos autores se interesaron por los flujos y el carácter líquido de la ciudad actual (Zigmunt Bauman). Se contraponía así la idea moderna de “movimiento”, entendido como una función física y localizada de los urbanistas, a la de “moción”, que observaba en la ciudad una fluctuación permanente, una yuxtaposición de infinidad de flujos materiales e inmateriales.

Por otro lado, la ciudad vivida no nos habla ya de las formas, sino de sensaciones, de deseos, de memorias, de comportamientos, etc.  Es imprescindible en este punto acudir a la Escuela Fenomenológica  y a la figura de Edmund Husserl quien, a comienzos del siglo XX, comenzó a reivindicar el papel que desempeñaban los sentidos corporales en la comprensión del entorno. Esta corriente filosófica entendía que las fuentes del conocimiento personal estaban en el cuerpo _yo soy mi cuerpo_ (Maurice Merleau-Ponty) y a través de él y de los sentidos conozco el medio exterior. La ciudad fenomenológica estaba ligada íntimamente a la experiencia vivida por el cuerpo y por el desplazamiento del mismo en la gran urbe.  De esta forma, el ciudadano es capaz de elaborar una  representación intelectual de la ciudad a partir de sus vivencias cotidianas.

En el mundo textil, un tejido viene definido por el entrecruzamiento de una trama con una urdimbre. Esta última constituye un conjunto de hilos longitudinales que se mantienen en tensión en un marco o telar, y que se diferencia del hilo insertado sobre y bajo los hilos de la urdimbre que se llama «trama», «contrahilo» o «relleno». La trama  o «contrahilo» viene definida por el hilo transversal que se teje en la urdimbre para formar la tela. La trama es un hilo retorcido de varios «cabos», que se corta a medida antes de pasar a través de la urdimbre. En el ámbito de la confección,  un patrón es una plantilla realizada en papel para ser copiada en el tejido y poder así fabricar una prenda de vestir, cortando, armando y cosiendo las distintas piezas. Los patronistas suelen superponer un número limitado de piezas sobre una misma lámina de trabajo, a las cuales les aplican unos códigos de color, línea y dibujo para diferenciar tallas y modelos. La superposición de todos estos patrones dibuja un interesante mapa abstracto formado por la intersección y entrecruzamiento de líneas y colores.

Estableciendo un paralelismo entre el mundo textil y el cartográfico, el proyecto Mapas de movilidad: patronando Madrid pretende investigar los recorridos de cien ciudadanos anónimos para, a partir de sus comportamientos cotidianos, generar unos patrones de desplazamiento, un mapeado social, un mapa tridimensional de movilidad ciudadana. Este mapa de comportamientos constituye el fondo conceptual de donde parte la formalización escultórica posterior. 

Para ello, el marco espacial se circunscribe a la almendra central de la corona metropolitana de Madrid. En el estudio de su estructura formal y viaria se deslindan dos capas fundamentales: el entramado urbano más denso, que se tensa y actúa como la trama de nuestro tejido y una segunda capa constituida por los viales de más movilidad dentro de nuestro marco espacial, que constituye la urdimbre. El telar queda representado por la circunvalación de la M-30 y las seis autopistas nacionales. Este marco espacial sería el calco del que nos hablara Deleuze, una estructura objetiva que describe la planimetría de la ciudad y donde todos los recorridos pueden ser posibles. A partir de ahí, construimos el mapa, un mapa tridimensional, abierto, fragmentado; un mapa trazado por los setecientos recorridos realizados por cien ciudadanos. Un mapa que no pretende reproducir, sino interpretar, una semana de las vidas de cada una de estas cien personas. Un cartografía vivida, experimentada, un mapeado cotidiano que, al seguir los consejos de Deleuze y superponer el mapa al calco, da como resultado una cartografía de derivas, un rizoma de flujos, una superposición de patrones de comportamientos. Un continuo proceso abierto sin principio ni final, son esos recorridos pero podrían ser cualquier otros. 


[1] DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix (2000). Mil mesetas. Pre-Textos, Valencia, p. 17-18.

[2] GAUSA, Manuel; DEVESA, Ricardo (2010). Otra mirada. Posiciones contra crónicas. Gustavo Gili, Barcelona, p. 34.

[3] GARCÍA VÁZQUEZ, Carlos (2008). Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI. Gustavo Gili, Barcelona.

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