MIRANDA, Rubén (2023) ::  Texto catálogo: Mapping Virtual Water :: Huella Hídrica 

MIRANDA, Rubén (2023). “Sostenibilidad: huella hídrica y agua virtual”. Texto catálogo exposición: Mapping Virtual Water :: Huella Hídrica / 6.700 l./24 h. Fundación Arquitectura COAM

1. Introducción

Hoy más que nunca, la escasez de agua, exacerbada por el cambio climático, hace inadmisible cualquier derroche o mala gestión de un bien tan escaso y a la vez tan necesario para el desarrollo humano. No en vano el acceso al agua y al saneamiento han sido reconocidos como derechos humanos fundamentales por las Naciones Unidas, reafirmando su condición de indispensables para la realización de todos los derechos humanos.

El uso del agua dulce se ha incrementado por un factor de seis en los últimos 100 años y continúa creciendo a un ritmo de aprox. un 1% anual desde la década de 1980, impulsado por una combinación de aumento de la población, desarrollo socioeconómico y cambio en los modelos de consumo (UNESCO, 2019). Se espera que la demanda mundial de agua siga creciendo a un ritmo parecido hasta 2050, lo que supondrá un aumento de la demanda actual de un 20%-30%, mientras que los recursos renovables de agua se están reduciendo por efecto del cambio climático.

España está en la octava posición del ranking de países con una mayor huella hídrica, y el segundo de Europa, lo cuál es más preocupante si tenemos en cuenta que la disponibilidad de agua en España es muy inferior a la que tienen, por ejemplo, los países del norte de Europa. España sufre cada vez un mayor estrés hídrico[1], porque nuestra demanda de agua es cada vez mayor y sin embargo, los recursos renovables de agua dulce son cada vez menores. De hecho, la región mediterránea es una de las que se verá más afectada por el cambio climático. En la Figura 1 se muestra el nivel de estrés hídrico actual a nivel global y, en la Figura 2, el detalle de la zona mediterránea, donde se muestra el grave problema de estrés hídrico que ya afecta a España. A nivel mundial,  alrededor de 500 millones de personas sufren una gran escasez de agua durante todo el año, mientras que entre 1.800 y 2.900 millones de personas, la sufren durante varios meses al año (UNESCO, 2021). En 2025, más de la mitad de la población mundial vivirá en zonas afectadas por el estrés hídrico. El estrés hídrico afecta a nuestra calidad de vida y amenaza a casi cualquier sector económico, desde la agricultura, a la producción industrial, etc. Según la FAO, “el estrés hídrico es una de las principales amenazas para el desarrollo sostenible”.

Ante este preocupante escenario, lo primero que tenemos que hacer es reducir significativamente nuestro consumo de agua, y para eso, tenemos que conocer cuáles son los usos más importantes del agua en nuestra sociedad. A diferencia de lo que podríamos pensar, sólo una pequeña parte de nuestra huella hídrica es un consumo directo o “visible” del agua. El agua que usamos para beber o el agua que usamos en nuestros hogares para nuestro aseo, cocinar, para lavar la vajilla o nuestra ropa, apenas representa un 5% de nuestra huella hídrica. Sin embargo, la mayor parte de nuestra huella hídrica (95%) es un consumo indirecto, “invisible”, que proviene fundamentalmente de los alimentos que comemos, pero también de cualquier producto o servicio que consumimos o demandamos (p.ej. la ropa con la que nos vestimos, la energía eléctrica que consumimos, etc.).

A este respecto es interesante remarcar que la huella hídrica (del consumo) de un país o región se calcula como la huella hídrica resultante de todos los productos que consumimos en un país o región ya sean producidos localmente (huella hídrica interna) o importados de otros países (huella hídrica externa). En el caso concreto de España, un 57% de la huella hídrica procede del consumo de productos locales, mientras que un 43% de la huella hídrica procede del consumo de productos importados (A.Y. Hoekstra y M.M. Mekonnen, 2012).

Es importante distinguir entre la huella hídrica del consumo, la que habitualmente se usa para comparar países y la huella hídrica de la producción de un país (calculada a partir de los productos fabricados en un país, se consuman domésticamente o se exporten a otros países). En este sentido, en un país con un elevado estrés hídrico como España, es importante tanto reducir la huella hídrica del consumo como la huella hídrica de la producción, por más que España sea un importador neto de agua virtual. Esto significa que importa más agua virtual que el agua que exporta, fundamentalmente a través de productos agroalimentarios, pero eso no significa que no sea un volumen importante de agua.

2. Consumo de agua por sectores. Oportunidades de mejora

Una disminución de nuestra huella hídrica (debido al consumo o a la producción) pasa por reducir la huella hídrica en todos los sectores que demandan agua, aunque obviamente, tendrán más impacto las medidas que se centren en sectores con los mayores consumos. El consumo de agua, relacionado pero diferente a la definición de la huella hídrica, se distribuye de la siguiente forma a nivel mundial. La producción de alimentos (agricultura, ganadería y acuicultura) representa un 69% de las extracciones anuales de agua a nivel global, aunque este porcentaje puede alcanzar hasta el 95% en algunos países en desarrollo (UNESCO, 2019). El sector industrial, incluyendo la generación de energía, utiliza el 19% de las extracciones anuales de agua a nivel global, mientras que los hogares, representan el 12% de las extracciones anuales de agua a nivel global.

Lo primero que se necesita hacer para una disminución efectiva de la huella hídrica es reducir el consumo de agua pero también de cualquier producto o servicio, pues todos demandan, en mayor o menor medida, un consumo de agua, especialmente los productos agroalimentarios. Pero también existen otros aspectos interrelacionados con la gestión de los recursos hídricos, normalmente asociados a aspectos tecnológicos y que requieren importantes inversiones en infraestructuras, que también son importantes. Estos aspectos tecnológicos pueden verse impactados de forma muy importante si la sociedad está más concienciada de que cada gota de agua cuenta y no tolera ningún tipo de malgasto de este recurso, pues favorece las apuestas políticas y la creación y dotación a programas de inversión específicos que permitan evitar el desperdicio de agua de una forma efectiva.

A continuación se recoge la situación de cada uno de los sectores que más agua consumen y alternativas para reducir su huella hídrica, empezando por el sector urbano, luego el industrial y finalmente, el sector agroalimentario.  

2.1. Sector urbano

Como se ha comentado anteriormente, este consumo sólo representa alrededor de un 14% del consumo total de agua a nivel nacional. El consumo principal de este sector se encuentra en los hogares (un 72,1%), seguido por los sectores económicos (19,4%) y los consumos municipales (8,5%) (INE, 2022).

El ciudadano está muy concienciado en la necesidad de un consumo racional del agua gracias a las numerosas campañas de sensibilización realizadas a cabo y a los períodos de sequía sufridos en años anteriores. De hecho, el consumo de agua en los hogares se ha reducido de forma muy importante en los últimos años (más del 20% en una sola década), hasta los aprox. 130 L/hab·día, que es un valor inferior al promedio europeo, a pesar de que los países del sur y oeste de Europa se caracterizan por tener un consumo más elevado que los países del este y norte de Europa. Aunque todavía es posible seguir reduciendo estos consumos, el consumo de agua doméstica está en valores bastante bajos, teniendo en cuenta que la OMS recomienda un mínimo de 50-100 L/hab·día para garantizar que se cubren las necesidades más básicas y están cubiertas las necesidades mínimas en materia de salud.

Para seguir reduciendo estos consumos de agua en el sector urbano es imprescindible evitar el desperdicio de agua a través de los sistemas de distribución, lo que implica sustituir las cañerías y sistemas de distribución más antiguos para sustituirlos por otros más modernos. Las pérdidas asociadas al mal estado de las cañerías y una mala gestión del agua, suponen según datos oficiales del INE, más del 15% del agua destinada al consumo urbano (INE, 2022), sin embargo, estas estimaciones no reflejan correctamente la situación de los municipios de menor tamaño (< 20.000 habitantes), que son los que peor red de abastecimiento tienen y están menos tecnificadas, por lo que estas pérdidas pueden ser mayores. Estos municipios tendrían pérdidas reales en torno al 30% e incluso algunos hasta el 60%, según informes técnicos elaborados por algunas empresas del sector (A. Larrañeta, 2023).  

Otro aspecto de gran importancia es el reciclado (regeneración) de aguas residuales. Hasta ahora sólo un 15% de los efluentes de las depuradoras urbanas sufren un tratamiento de regeneración que le permite dotar de una segunda vida a esa agua residual, ya sea reutilizándose en el sector agrícola, en el sector industrial o en las ciudades (riego de parques y jardines, baldeo de calles, etc.) (INE, 2022). En el caso de situaciones de demanda bajas, también puede utilizarse esta agua regenerada para recarga de acuíferos o alternativas equivalentes, mejorando la calidad de los ríos. La regeneración de agua permite aumentar los recursos hídricos y es una pieza clave  de la economía circular, sobre todo en regiones con escasez de agua. Aunque la legislación española prohíbe expresamente la utilización del agua regenerada para consumo humano, cuando se declaran catástrofes, existen ya países con un elevado estrés hídrico como Singapur, que usan agua regenerada también para el consumo humano.  

Por último, la digitalización aplicada al ciclo integral del agua tiene muchas posibilidades para optimizar la gestión del agua. No sólo permite detectar y solucionar fallos y fugas, sino también predecirlos, además de conseguir un suministro seguro, sostenible y eficiente. A medio y largo plazo, la tecnología podría permitir también un salto de escala en el rendimiento y una caída en los precios en el servicio de depuradoras, potabilizadoras y desaladoras, lo que facilitaría el aumento de la disponibilidad de recursos hídricos.  

2.2. Sector industrial

Se han hecho grandes esfuerzos en la reducción del consumo de agua pero como ocurre en otros sectores, el precio del agua no es suficientemente elevado para hacer atractivas económicamente las inversiones necesarias para reducir el consumo de agua (procesos de tratamiento para la reutilización de los efluentes, sustitución de equipos y procesos por otros con menores consumos de agua, etc.). La mayor parte de estas reducciones en el consumo de agua han sido consecuencia de la apuesta medioambiental o de sostenibilidad de las empresas, muchas veces a través de acuerdos sectoriales voluntarios. Esta es una diferencia muy importante con respecto a la reducción en el consumo de energía o la huella de carbono en los procesos industriales porque el alto precio de la energía hace que cualquier proyecto de reducción de consumo de energía (procesos más eficientes, sustitución de equipos antiguos por otros más modernos y eficientes, etc.), suela tener un retorno económico a corto y medio plazo que implica la total recuperación de la inversión, lo que alienta llevar a cabo este tipo de inversiones, que no suele ocurrir en los proyectos cuyo objetivo es la reducción del consumo de agua.  

2.3. Sector agroalimentario

Como se ha comentado anteriormente, cerca del 70% del agua extraída a nivel mundial se utiliza en la producción de alimentos. Sin embargo, hay grandes diferencias entre regiones. Así como en África o en Asia, este porcentaje es cercano al 80%, en otros continentes, este porcentaje se reduce significativamente, al 48% en América y el 27% en Europa (UNESCO, 2019). Según la FAO, además, para satisfacer las necesidades de alimentos que exigirá la población mundial en 2050 (10.000 millones de personas), será necesario aumentar aprox. un 70% de la producción actual de alimentos. Y todo ello, en un planeta con recursos alimenticios limitados, e incluso menguantes, debido al cambio climático (FAO, 2021). Por tanto, es necesario replantear nuestros modelos de producción y nuestro consumo de alimentos.

A diferencia de otros países de nuestro entorno, España tiene un sector agroalimentario muy fuerte y prácticamente el 80% del agua que se consume se destina a la producción de alimentos, frente a un 14% dedicado al abastecimiento de núcleos urbanos y sólo un 6% a la industria (INE, 2022).Por tanto, España tiene una clara especialización en el sector agroalimentario. Aunque una parte importante de estos alimentos se consume domésticamente, también hay una parte importante que se destina a exportación (exportamos agua virtual). Esto debe hacernos reflexionar si podemos o no continuar potenciando un sector agroalimentario, especialmente el regadío y el sector ganadero, muy intensivos en agua, a pesar de que los problemas de disponibilidad de agua y estrés hídrico.

Aparte de replantear por completo tanto los sistemas de producción agroalimentarios a nivel mundial y la eficiencia en el uso del agua que tienen, también es necesario analizar el desperdicio de los alimentos y el efecto que tendría un cambio de dieta que redujera de forma significativa el consumo de productos cárnicos, que son los alimentos que tienen una mayor huella hídrica.

Dentro de los aspectos tecnológicos, hay que incidir fundamentalmente en la eficiencia del riego y las pérdidas en los sistemas de distribución. Se define la eficiencia global de riego de una determinada zona regable, a la relación entre volumen de agua puesto a disposición de los cultivos para su zona radicular y el volumen total suministrado a la citada zona de riego. El riego por inundación es el riego que más agua consume, con eficiencias tan bajos como el 40-65%, frente a eficiencias del 80-85% cuando se utiliza riego por aspersión o el 90-95% cuando es por goteo.  Evidentemente el riego por inundación es el sistema de riego más económico porque apenas necesita infraestructuras ni requiere un mantenimiento elevado. Sin embargo, el consumo de agua de este tipo de riego es inadmisible en un país con un elevado estrés hídrico como España. Aunque la situación ha ido mejorando en las últimas décadas, los últimos datos publicados por el INE, relativos a 2018, indican que todavía un tercio del agua usada para riego se usó en riego por inundación (INE, 2022).

 Aparte de la mejora en el tipo de riego y en los sistemas de distribución, estas medidas también deben complementarse con  opciones para mejorar la eficiencia del uso del agua (mejores prácticas de gestión, tecnologías y medidas regulatorias) (UNESCO, 2021). Como se comentó anteriormente, también la digitalización y la industria 4.0 aplicada al ciclo integral del agua también tiene una importancia fundamental en la reducción del consumo de agua. Dado que el sector agrícola y ganadero es el sector que más agua consume, la digitalización agrícola es un imperativo y una de las prioridades del sector, por ejemplo el uso de drones e imágenes de satélite que permiten determinar la necesidad exacta de riego en cada área de cultivo.

También es importante reducir el desperdicio de alimentos. Se estima que aprox. un tercio de todos los alimentos producidos se desperdician a nivel mundial, que equivalen a 1.300 millones de toneladas de alimentos aptos para el consumo (FAO, 2012). Su valor económico supera el billón de dólares, que serían suficientes para alimentar entre 2.000 y 3.000 millones de personas, más del triple de las personas que pasan hambre en el mundo (800-900 millones de personas). Aparte de las consecuencias económicas y sociales, también hay importantes consecuencias medioambientales porque desperdiciar un tercio de los alimentos producidos, implica desperdiciar un 10% del consumo total de energía y un 20-25% del consumo mundial de agua dulce, además de implicar un 7-10% de las emisiones de gases de efecto invernadero globales.  

Sin embargo, más importante que la reducción en el desperdicio de alimentos, es el tipo de dieta por el que optemos. Nuestra dieta, actualmente, tiene demasiada carne, pescado, comidas procesadas, grasas, azúcares y productos lácteos, mientras que incluye pocos alimentos esenciales como la fruta y los vegetales, que además son los que se producen con un menor consumo de recursos (agua y energía). Este tipo de dietas, además,  suponen problemas de salud relacionados con el sobrepeso y la obesidad. Las dietas con un bajo contenido en productos cárnicos o exclusivamente vegetarianas tienen asociada una menor huella hídrica y de carbono, además de ser más saludables. Trabajos como el de Vanham et al. (2013) concluyeron que una dieta saludable con menor consumo de productos cárnicos podía reducir hasta un 23% la huella hídrica de los ciudadanos europeos con respecto a la dieta promedio actual, y hasta un 38%, en el caso de una dieta vegetariana. Algunos investigadores han tratado de contestar a la pregunta de si será posible alimentar a 10.000 millones de personas para el 2050, y su conclusión es que sólo será posible si seguimos un patrón o dieta denominada “flexitariana”, parecida a la mediterránea pero donde se reducen al mínimo las cantidades de pescado, carnes y productos lácteos (Whitmee et al., 2015).

3. Conclusiones

España es un país con una disponibilidad de recursos renovables de agua limitada y a la baja, como consecuencia del cambio climático. Sin embargo, la demanda de agua aumenta año a año, aumentando el estrés hídrico que antes sólo se sufría en los meses de verano y no en todas las regiones, pero que ahora afecta a determinadas regiones a lo largo de todo el año e incluso en regiones donde antes no había ocurrido.

Pero la problemática del consumo y la utilización del agua por el ser humano debe tener en cuenta no sólo la disponibilidad y el abastecimiento de agua para todas nuestras necesidades sino también la calidad de esa agua. Y es que en paralelo a un cada vez mayor consumo de agua por el ser humano, también se está produciendo una contaminación del agua que hace que los ya de por sí limitados recursos hídricos puedan tener una calidad insuficiente para su utilización, lo que reduce la disponibilidad efectiva de este recurso.  

Por tanto, aunque es evidente una disminución de los recursos renovables del agua, también es importante indicar que el problema no es tanto de escasez material de agua, sino de distribución de los recursos y de calidad de las aguas disponibles. Es un problema de distribución al ser destinada a la producción de alimentos para exportación, por ejemplo, con prioridad a las necesidades de las personas de esos territorios. Es un problema de calidad debido a la contaminación y degradación de los ecosistemas y acuíferos, que ocasiona la actividad humana.

Es evidente que nos enfrentamos a una auténtica crisis del agua, que va a empeorar en los próximos años, y que tenemos que estar preparados para ello. Muchas veces no se le ha dado al agua la importancia que merece, posiblemente porque su precio es muy barato, y sin embargo, sin agua no es posible la vida humana. No es casualidad que la ONU declarara el Decenio  Internacional para la Acción 2005-2015 a “El agua, fuente de vida” o que recientemente declarara el Decenio Internacional para la Acción 2018-2028 “Agua para el desarrollo sostenible”. La escasez de agua es un problema global que afecta a todos los aspectos del desarrollo y que se relaciona con la mayoría de los objetivos de desarrollo sostenible.


Bibliografía

  • FAO (2012). “Pérdidas y desperdicio de alimentos en el mundo – Alcance, causas y prevención”.
  • FAO (2021). “El estado de los recursos de tierras y aguas del mundo para la alimentación y la agricultura - Sistemas al límite. Informe de síntesis 2021”.
  • Hoekstra, A.Y., Mekonnen, M.F. “The water footprint of humanity”. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2012, vol. 109, no 9, p. 3232-3237.
  • INE (2022). “Estadística sobre el Suministro y Saneamiento del Agua. Año 2020”.
  • Larrañeta, A. “Más del 15% del agua destinada a consumo urbano se pierde en fugas por el mal estado de las cañerías y una mala gestión”. 20 minutos (29.04.2023).
  • UNESCO (2019). “Informe mundial de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos 2019: no dejar a nadie atrás”.
  • UNESCO (2021). “Informe de las Naciones Unidas sobre el desarrollo de los recursos hídricos 2021: el valor del agua”.
  • Vanham, D., Mekonnen, M. M., & Hoekstra, A. Y. (2013). The water footprint of the EU for different diets. Ecological Indicators, 32, 1-8.
  • Whitmee, S., Haines, A., Beyrer, C., Boltz, F., Capon, A. G., de Souza Dias, B. F., ... & Yach, D. (2015). Safeguarding human health in the Anthropocene epoch: report of The Rockefeller Foundation–Lancet Commission on planetary health. The Lancet386(10007), 1973-2028.


[1] Se habla de estrés hídrico cuando la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible durante un periodo determinado o cuando su uso se ve restringido por su baja calidad. Se calcula como el volumen total de aguas subterráneas y superficiales extraídas expresado en porcentaje del total de recursos hídricos renovables.

 

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